(Julio Flórez Roa; Chiquinquirá, 1867 - Usiacurí, 1923) Poeta
colombiano, el más popular de los de su tiempo, romántico y becqueriano tardío.
De naturaleza enfermiza y de temperamento bohemio y aventurero, frecuentó en
Bogotá la Gruta Simbólica, cenáculo bohemio de artistas múltiples. Pasó algún
tiempo en Caracas, fue declarado "ciudadano de honor" en México y estuvo en
Madrid como agregado a la Legación de Colombia en España. Publicó nueve títulos,
dos de ellos en España: Fronda lírica (Madrid, 1908) y Gotas de
ajenjo (Barcelona, 1909). Fue coronado poeta nacional poco antes de morir,
en su retiro de Usiacurí.
Su alejamiento de lo nuevo le llevó a ignorar casi el legado de
José Asunción Silva, en contraste con el éxito de su producción. Su nombre
aparecía ya en la antología La lira nueva (1886), años antes de que
publicara su primer libro, Horas. En su obra se cruzan el fervor
religioso, la blasfemia y la entonación pagana; triste y sentimental, su dolor
es sincero y con él llega a lo hondo del pueblo y de las cosas.
Romántico de constitución débil y pesimista por naturaleza, Julio
Flórez es realmente un lírico posromántico que no se llega a contagiar del
modernismo, pese a la época en que vivió. Sus tendencias populares y su afán de
soledad lo convirtieron pronto en un hombre "incomprendido" y en un poeta
subestimado; cuando se le tributa el homenaje nacional de su coronación, le
faltan veintitantos días para llegar al de su muerte. Pese a la incomprensión de
los mejores, Flórez fue uno de los poetas más populares de su tiempo.
Páginas suyas fueron incluso musicalizadas, como La araña y
Flores negras, que alcanzaron gran repercusión pública, ya que gustaba a
eruditos y analfabetos. Sus poesías fueron recogidas en diversos volúmenes:
Horas (Bogotá, 1893), Cardos y lirios (Caracas, 1905), Cesta de
lotos, Manojo de zarzas y Fronda lírica (Madrid, 1908),
Gotas de ajenjo (Barcelona, 1911), Oro y ébano (1943), pero no
todas han sido recopiladas aún.
Sus temas son típicos del Romanticismo: el amor no correspondido,
el misterio lunar, el fúnebre ciprés, la orgía de los cementerios, la vanidad de
las glorias humanas, el dolor, la voluptuosidad y la muerte. A pesar de su
torrentosa espontaneidad, la expresión formal de la poesía de Julio Flórez no
siempre peca de incorrecta y descuidada. Abundan en su vasto repertorio versos y
aun poemas enteros dignos de figurar en la más exigente antología de la poesía
americana. Por esta rara virtud, perviven en la memoria de las gentes poemas
suyos como "Gotas de ajenjo", "La araña", "Idilio eterno", "Job", "La pedrada" o
"La gran tristeza".
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