José Asunción Silva
(Bogotá, 1865 - 1896) Poeta colombiano. En la historiografía
literaria suele reconocérsele como el gran iniciador del modernismo en
Hispanoamérica, que el nicaragüense Rubén Darío llevaría a la cúspide.
Dotado de una gran sensibilidad humana y artística y de una
notable inteligencia, tuvo una formación literaria precoz, resultado de un
ambiente familiar cultivado y creativo: José Asunción Silva era hijo del
escritor costumbrista y acomodado comerciante Ricardo Silva, un hombre elegante,
de refinado gusto y descendiente de aristocráticos granadinos emparentados con
el general Santander. Doña Vicenta Gómez, hermosa dama bogotana y madre del
poeta, era hija del diputado Vicente Antonio Gómez Restrepo, quien desempeñó
importantes labores en los primeros años de la República de la Nueva Granada y
falleció tempranamente.
De los hijos del matrimonio Silva-Gómez sólo llegaron a edad
adulta José Asunción, Elvira y Julia, falleciendo en la infancia Alfonso, Inés y
Guillermo. Esta temprana relación con la muerte marcaría al poeta. Ya a los dos
años de edad, José Asunción tenía fama de prodigio en Bogotá. Parece ser que a
esa edad ya sabía leer, escribir e incluso pintar.
Algo que sin duda marcó su infancia y juventud fueron las
tertulias literarias que su padre organizaba, bien en la casona del barrio de La
Catedral, bien en el almacén dedicado a la venta de objetos suntuosos. A estas
tertulias asistían no sólo miembros del grupo El Mosaico, escritores
costumbristas como José Manuel Marroquín, José María Vergara y Vergara, Salvador
Camacho Roldán, Ricardo Carrasquilla y José David Guarín, entre otros, sino que
también don Ricardo cultivaba amistades dentro de la política. Radical sin
fanatismo, fue amigo de José María Samper, Rufino José y Ángel Cuervo, Jorge
Isaacs, Francisco Javier Zaldúa y Teodoro Valenzuela.
En enero de 1869 José Asunción ingresó al Liceo de la Infancia,
dirigido por don Ricardo Carrasquilla. Como el niño de tres años recién
cumplidos ya sabía leer y escribir, no entró al primer curso sino a dos más
avanzados, al lado de compañeros que le aventajaban en edad como José Rivas
Groot, Andrés de Santamaría y Juan Evangelista Manrique. En este colegio uno de
sus institutores, Nicolás Esguerra, lo apodaría con el mote de "José
Presunción". El 2 de marzo de 1870 nació Elvira Inés Silva Gómez, quien
llegaría a ser la más cercana confidente de su hermano. Aunque los biógrafos
insisten en describir a José Asunción como un niño triste, tímido e
introvertido, sus poesías dedicadas a su infancia la recuerdan con nostalgia y
dulzura.
En febrero de 1871 José Asunción Silva ingresó en el Colegio de
San José, regentado por Luis María Cuervo, hermano mayor de Ángel y Rufino José.
Conoció por entonces a Alirio Díaz Guerra, a quien lo uniría una fuerte amistad.
Rafael Pombo, amigo de su padre, le hizo llegar un ejemplar de "El cuervo", de
Edgar Allan Poe.
Fue la relación con Rafael
Pombo y con Jorge Isaacs una de las más
duraderas y fecundas, tanto para José Asunción como para Elvira Silva. A los
diez años, con motivo de su primera comunión, escribió un poema sobre el tema.
En 1877 Silva y otros niños ingresaron al Liceo de la Infancia, esta vez
regentado por el presbítero Tomás Escobar, pariente de doña Vicenta Gómez; tres
años más tarde, concluidos sus estudios, abandonó el colegio, que terminó
clausurado por un ruidoso proceso en el que tomó parte activa el ya entonces
virulento escritor José María Vargas Vila.
La vida apacible de esos años dio un vuelco para los Silva: la
situación económica de la familia, aunque aún holgada, fue golpeada primero por
las drásticas medidas del gobierno radical y, después, por la pérdida de buena
parte de la herencia de don Ricardo, debida a los pleitos con sus primos Suárez
Fortoul. Terminado el bachillerato, el futuro poeta hubo de atender el almacén
familiar. Cuenta Enrique Santos Molano, autor de la biografía más completa que
se ha escrito sobre el poeta: "José Asunción Silva armó detrás del mostrador un
laboratorio imponderable de observación social y psicológica. Examinaba con
penetración rigurosa las personas que entraban de compras, de mirones o de
visitantes a R. Silva; espiaba sus gestos, estudiaba sus gustos, procesaba sus
opiniones, acechaba sus peculiaridades, sus virtudes, sus defectos, y los
anotaba en su memoria de ordenador y en un cuaderno. Detrás del mostrador
acrecentó sus conocimientos, devoró cantidades de libros y procuró mantenerse
informado de los movimientos literarios, artísticos y políticos de Europa".
A los 16 años parece ser que tuvo su primer amor; al menos así se
intuye en dos de sus poemas pues, como es bien sabido, en este campo mostró
siempre el más caballeroso y férreo mutismo. La vida amorosa del poeta es un
misterio, siempre acompañado de los más disparatados rumores que van desde una
hija secreta, la morbosa garçonière de la calle 19, hasta su
afeminamiento (lo llamaron el "Casto José"), pasando por la infamante historia
del amor incestuoso con su hermana Elvira.
En 1881 don Ricardo, que ya empezaba a sentir los acosos de la
tiflitis que lo llevaría a la tumba, compró la finca Chantilly en Chapinero,
donde tantos momentos de alegría y tristeza viviría el poeta; en esa época Silva
intentó reunir de nuevo al Mosaico. Bajo el título de Intimidades se
conoce el grupo de poemas escritos entre agosto de 1880 y mayo de 1884 y que,
regalados por el bardo a Paquita Martín, se conservan en la Biblioteca Nacional
en copia manuscrita hecha por ella. Alguna influencia de Gustavo Adolfo Bécquer se alcanza a percibir en
estos tempranos versos que se alternan con traducciones de Victor Hugo o de Beranger.
En noviembre de 1883 imprimió su libro Artículos de
costumbres don Ricardo Silva y regaló el manuscrito, con bella dedicatoria,
a su hijo JoséAsunción; un mes más tarde se protocolizó su emancipación
económica y se comenzó a planear el viaje a París, donde residía desde hacía
muchos años el tío abuelo del poeta, don Antonio María Silva Fortoul. Primero
viajó el padre, en abril de 1884 y, tras su regreso, salió rumbo a Europa José
Asunción, el 23 de octubre, llegando a París en los primeros días de diciembre.
Permaneció un año en el viejo continente, donde asistió a cursos
del afamado neurólogo Charcot, que tanto le servirían para la descripción de
personajes y comportamientos. En París (adonde llegó cuando su tío abuelo ya
había muerto) se encontró con los hermanos Cuervo, con quienes entabló tertulias
literarias. En 1885 conoció a Stephane Mallarmé. El encuentro con este poeta
cuarentón y aún desconocido fue en el apartamento de Mallarmé, en la calle de
Roma. Hacia agosto viajó a Londres, donde admiró la pintura de los
prerrafaelitas y copió como ejercicio el cuadro de Waller El duelo. Tras
un rápido viaje por Holanda, Bélgica, Italia y Suiza, regresó a París, y en
diciembre de 1885 se encontraba de nuevo en Bogotá.
Recién llegado, se enteró del cuantioso robo al Almacén R. Silva.
La familia se había mudado a Chantilly. Por entonces formó parte del grupo de
poetas de La Lira Nueva, presentado por José Rivas Groot. En la célebre
antología (introducción para unos, antesala del modernismo para otros), Silva
figura entre los 35 reseñados, junto a autores como Candelario Obeso, Fidel
Cano, Ismael Enrique Arciniegas y Julio Flórez. De José Asunción Silva se
publicó en esta edición el mayor número de poemas, lo que sirve en parte para
demostrar la importancia que se le dio en vida, desmintiendo el tendencioso
invento de su supuesto anonimato.
Casi simultáneamente se publicó El Parnaso colombiano, gran
antología en la cual la muestra de Silva, aunque menor en número, no es menos
significativa: "Las crisálidas" y "Las golondrinas" serán los poemas publicados
y supondrán su verdadero lanzamiento literario. Por esa época, en casa de
Antonio José Ñito Restrepo, vecino de Chantilly en Chapinero, se conocen
José Asunción Silva y Baldomero Sanín Cano, antioqueño cuatro años mayor que el
primero y con quien mantendría una larguísima y fecunda amistad, una intimidad
intelectual.
La guerra de 1885 y el grave deterioro de la moneda hicieron
cancelar a don Ricardo Silva su segundo viaje a Europa y regresó, por
Barranquilla, el 27 de agosto. A pesar de la herencia dejada por su tío y de la
reputación que tenía el almacén, los negocios de la familia Silva continuaron su
inexorable descenso. Invitado por Alberto Urdaneta, José Asunción Silva
participó en la Primera Exposición Nacional de la Escuela de Bellas Artes de
Colombia, que tuvo como sede el Colegio de San Bartolomé, con el cuadro Un
duelo, en la galería de autores contemporáneos, con el número 875. Por ese
entonces ya Elvira Silva era una de las mujeres más bonitas y solicitadas de
Bogotá. Prueba de ello son las frecuentes reseñas que la prensa hizo de su
participación en diferentes bailes y festejos. Memorable fue el baile que Leo S.
Kopp ofreció y en el que destacaron Elvira, acompañada del conde italiano
Gloria, y José Asunción Silva con la bella Isabel Argáez.
Don Ricardo Silva falleció la noche del 1 de junio de 1887, en la
casa 93 de la calle 12. Pero no fue solamente la triste pérdida lo que
ensombreció y transformó totalmente el ambiente familiar; al asumir José
Asunción la dirección de los negocios paternos, descubrió que hasta entonces su
familia había vivido en una falsa bonanza, basada en créditos respaldados
únicamente en la confianza que los acreedores tenían en don Ricardo y que tal
vez no era ''heredable''.
Pero el poeta no se amilanó: decidió renovar el negocio y
diversificarlo, invirtiendo en tierras cafeteras, abriendo una sucursal de R.
Silva e Hijo llamada Almacén de Cuelgas, y revolucionando la publicidad con
poemas-anuncio o bien con enormes letreros nunca vistos en los diarios
capitalinos. Leyó en este año de 1888 tres libros claves: El crepúsculo de
los dioses, de Federico Nietzsche; La dama gris, de H. Sudermann, y
Le bon heure, de Sully-Prudhomme, y empezó los borradores de una serie de
novelas que pensaba reunir bajo el título común de Cuentos negros, que
aparecieron en periódicos de la época aparecieron. Entre 1889 y 1891, Silva
escribió buena parte de su más conocida poesía, como el Nocturno 2 y,
también, en prosa, La protesta de la Musa.
1891 fue uno de los años más terribles en la vida del poeta: El 6
de enero de 1891 su hermana Elvira cayó enferma de neumonía, según el
diagnóstico del doctor Josué Gómez, y falleció cinco días más tarde. La partida
de defunción fue firmada por el cura de la catedral, Rafael María Carrasquilla.
Entre los poemas que se dijeron en honor de Elvira Silva después del sepelio,
sobresalió el escrito por Jorge Isaacs, amigo muy cercano de la familia. La
muerte de su hermana fue, tal vez, el golpe más fuerte sufrido por José Asunción
hasta entonces. Cubrió el cadáver de su adorada hermana y confidente con lirios
y rosas, y lo ungió con perfumes.
Por varios días, José Asunción Silva no pudo levantarse de la
cama, y cuando por fin volvió a sus negocios, llegaron a cobrarle el entierro y
no tenía en caja ni los seiscientos pesos de la deuda. La situación fue tal que
hasta miembros de su familia llegaron a humillarlo; doña Vicenta achacaba la
ruina al afán de Silva por los versos. Se acumularon hasta 52 ejecuciones
judiciales en su contra. Todos los bienes, sin exceptuar las joyas de su madre
ni los muebles de su casa, acabarían en manos de los acreedores.
No obstante, el poeta no escatimó esfuerzos para revivir la
antigua prosperidad: escribió cartas hasta de 103 páginas a los acreedores;
cambió mercancía por las deudas contraídas e incluso escribió un cuento para
promocionar los pianos Apollo con sordina que él vendía. En 1893 se vio obligado
a mudarse del elegante barrio de La Catedral al más modesto de Las Aguas. En
compañía de Baldomero Sanín Cano se dedica al periodismo a tiempo completo,
escribiendo para El Telegrama entre otras la columna ''Casos y Cosas''".
Don Miguel Antonio Caro, encargado del poder, influido tal vez por
doña Vicenta y su antigua amistad con don Ricardo Silva, nombró secretario de la
legación colombiana en Caracas a José Asunción Silva, acto ratificado con la
firma del ministro de Relaciones Exteriores Marco Fidel Suárez, el 5 de mayo de
1894. En agosto Silva, ya famoso en todo el país, fue recibido de manera
apoteósica en Cartagena; en una mañana llegó a tener hasta quince visitas; la
gente recitaba de memoria sus poemas y el presidente Núñez y doña Soledad Román
lo acogieron en su casa del Cabrero, de visita. Llegó a Caracas el día 11 de
septiembre. Allí no fue menor la acogida que tuvo, no por su cargo diplomático,
sino por ser figura destacada de la intelectualidad latinoamericana.
En la capital venezolana, aparte de los abrumadores deberes
diplomáticos, debido a la inoperante actitud del embajador, el general José del
Carmen Villa, José Asunción Silva se dedicó a intercambiar ideas con
intelectuales venezolanos, a pulir sus Cuentos negros y a escribir una
nueva novela titulada Amor. Inexplicablemente, en diciembre de 1894
solicitó una licencia para "ir a pasar un mes a Bogotá". Embarcó en el vapor
francés Amérique el 21 de enero del año siguiente y, una semana más tarde, el
barco encalló frente a Bocas de Ceniza; tras varias horas de zozobra los
viajeros fueron rescatados, mas no el equipaje, perdiéndose con ello la mayor
parte de la obra literaria del poeta.
De nuevo en Bogotá, la "maldita pobreza" lo seguía acorralando;
pero no por ello Silva desmayó en su intento por progresar y volvió a volcar sus
energías de una manera feliz en dos actividades: la reconstrucción de su obra
literaria, principalmente de la novela De sobremesa, y la construcción y
montaje de una fábrica de baldosines, cuya formulación química Silva había
patentado. Consiguió máquinas y oficinas, buscó socios y suscriptores para
conseguir el capital necesario, pero el dinero nunca apareció.
En la noche del 23 de mayo de 1896, tras una velada íntima
organizada por doña Vicenta, José Asunción Silva se retiró a su habitación, y a
la mañana siguiente fue hallado muerto sobre su cama. El poeta se había
suicidado de un tiro en el corazón; se cuenta que había preguntado a un médico
la localización exacta de dicho órgano. Fue enterrado en Bogotá, en el
cementerio destinado a los suicidas.
Obras de José Asunción Silva
A pesar de ser considerado como uno de los grandes de la
literatura, la obra de José Asunción Silva no es muy extensa. Se ha querido
encuadrar al gran poeta colombiano en el romanticismo y en el modernismo, pero
en realidad, nos encontramos ante un poeta excepcional con características
singulares. Más que romántico, es un posromántico poderosamente influido por Bécquer y Edgar Allan
Poe; se resiste a incorporarse a la corriente modernista que acaudilla Rubén Darío, pero es por sus calidades un
precursor y hasta un iniciador del modernismo.
Una primera etapa está marcada por el romanticismo; así lo
demuestra su libro Intimidades, poemas escritos entre los 14 y los 18
años de edad. La obra incluye 59 composiciones (por lo menos dos de ellas en
forma fragmentaria), entre las cuales, más de 33 permanecían inéditas. Este
libro constituye, tal vez, la fuente más rica de la obra escrita en verso por el
poeta colombiano (los poemas sólo fueron publicados en su totalidad en 1977).
En esos primeros escritos, Silva afianza su voluntad de poeta.
Desde el primer poema, Las ondinas, se anuncia el tono general, una obra
de gótico romanticismo, de textos lúgubres llenos de misterio; el mundo del
poeta es el mundo de los muertos, de la luna, de las "húmedas neblinas...", como
cita Eduardo Camacho Guizado.
Dice Silva en su prólogo de 1882 al poema Bienaventurados los
que lloran de Federico Rivas Frade (1858-1922) que Bécquer y sus imitadores
"encierran en poesías cortas, llenas de sugestiones profundas, un infinito de
pensamientos dolorosos". Juan Gustavo Cobo Borda afirma que este prólogo debe
leerse a su vez como autobiografía y poética de Silva, que "entiende la poesía
como una actividad cercana a lo religioso, como plegaria o rezo, susurro o
confidencia". Por lo menos cuatro composiciones de Intimidades son
versiones de textos de Víctor Hugo. Silva
quiere evadir la realidad santafereña y se refugia en su soledad para ir en
busca del más allá, de los "paraísos imaginarios" que le sugiriera
Baudelaire.
Sin embargo, es El libro de versos la obra considerada de
mayor relevancia en la producción literaria del poeta. Un primer gran tema de
esta compilación poética lo constituye la infancia, que frente al presente
negativo y doloroso parece ser la época más feliz de la vida; pero también
existen otras preocupaciones: el poeta y su pasado histórico. La evocación de su
infancia personal se hace reflexión épica sobre el pasado histórico
latinoamericano, sobre su futuro y su presente. Al pie de la estatua es
un poema dedicado al Libertador Simón Bolívar, en el cual el prócer se dirige al
poeta. Éste es el único poema que Silva escribe sobre América y que muestra su
naciente preocupación histórica y política.
En "Infancia" Silva plasma sus vivencias de niño; aparecen los
personajes de los cuentos infantiles: Caperucita, Barba Azul, Gulliver o el
ratón Pérez. El vate colombiano describe aquí sus años de escuela, sus juegos,
las historias de la abuela, los paseos al campo... Miguel de Unamuno sugiere que
el poeta busca la muerte sólo por la imposibilidad de seguir siendo niño: "El
mundo le rompió con el sueño la vida".
Una segunda preocupación de Silva la constituye el amor, como se
aprecia en el Nocturno II ("Poeta, di paso...") y en el
Nocturno. La pretendida ambigüedad de sus sensaciones íntimas,
especialmente en relación con su hermana Elvira, expresadas a raíz de la muerte
de ésta en el famoso tercer Nocturno, ha sido apasionadamente comentada
por la crítica; a pesar de todo, y a pesar también de la caprichosa elaboración
de los versos, el prodigioso conjunto de este Nocturno de ritmo
tetrasilábico es un monumento lírico indiscutible. En una tercera instancia de
este Libro de versos, Silva quiere abarcar distintos temas; aquí se
recuerdan sus composiciones Un poema y Vejeces. En la última
sección, Silva nos revela todo su desengaño del mundo y su pesimismo, como lo
anunciara el título de su poema Ceniza o Día de difuntos.
Otro libro unitario en la obra de Silva lo constituye Gotas
Amargas. En esta obra las intenciones poéticas de Silva son diferentes y de
claro contenido satírico. Existen otros poemas de Silva de tono satírico no
incluidos en estas trece gotas, como por ejemplo Psicopatía de El
libro de versos. Al parecer, Silva dio poca importancia a estos poemas, que
no consideraba dignos de su talento.
La sátira abarca temas tales como la literatura de la época, a la
que Silva califica de sensiblerías "semi-románticas". También son tema de mofa
la afectación intelectual, los poetas "grandiosos y sibilinos", los lectores que
confunden la literatura con la vida, las creencias religiosas de su sociedad y
de su tiempo, así como sus convenciones sociales, morales y sexuales. Los poemas
dispersos, recogidos bajo el título de Versos varios, son traducciones y
versiones de poemas europeos (franceses en su gran mayoría), así como poemas
juveniles y unos pocos posteriores a El libro de versos.
La narrativa: De sobremesa
De sobremesa se considera la obra precursora de la novela
modernista. El texto nace de una sugerencia que le hace su amigo Emilio Cuervo
Márquez, quien insta a Silva a escribir una novela sobre Bogotá; el poeta
responde que escribirá la novela cuando Bogotá cuente con más de medio millón de
habitantes, es decir, cuando los bogotanos hayan superado su estrecha mentalidad
provinciana. Sin embargo, Silva se decide, y De sobremesa pasa de ser una
novela sobre Bogotá a la novela de un bogotano que reside en París.
En la novela el protagonista, José Fernández, reúne a un grupo de
intelectuales en su casa, para leer y comentar, después de la cena, su diario de
viaje luego de su retorno de Europa. El personaje de José Fernández constituiría
el modelo del héroe modernista: mezcla de sibarita y poeta decadente. El
personaje no encuentra límite a sus ansias y ambiciones, no excluye la vivencia
de ninguna sensación o experiencia y hace del erotismo su estética. Silva, a
través del personaje, hace una descripción de lo que él denominara sus cuatro
almas: el artista, que se refugia en el pasado clásico encontrando vulgar lo
contingente; el filósofo escéptico y nada pragmático; el gozador, que hastiado
de los placeres vulgares, va en busca de placeres más profundos y refinados; y,
finalmente, el analista, que discrimina sus sensaciones para vivenciarlas con
mayor intensidad.
José Fernández aparece como el sosías de Silva. Las similitudes
entre autor y creación resultan sorprendentes: el poeta y el personaje (también
poeta) pasan una temporada en Europa; los dos son igualmente nihilistas; como
José Fernández, Silva vive obseso por la imagen de una mujer (María Bashkirtseff
o Elvira Silva); y los dos poetas comparten las mismas opiniones sobre su
oficio: "yo no quiero decir sino sugerir, y para que la sugestión se produzca es
preciso que el lector sea un artista", afirma el personaje de la novela.
La frágil Helena, por su parte, es la imagen de la mujer ideal,
que para Edgar Allan Poe debía ser "joven, hermosa y muerta"; pero encontramos
también en De sobremesa la idea de la mujer fatal, mejor representada por
lo que Fernández llama "las siete horizontales". Éstas son: Marie Lagendre, la
más sensual de sus amantes; Nelly, una muchacha adinerada de Chicago; la
colombiana Consuelo; Olga, una baronesa alemana; Julia Musellaro, la hembra
mediterránea; Nini Rousset, sexo puro; y, finalmente, Constanza Landsier. Por
otro lado, Fernández, como el pirata Barba Azul, asesina a las siete mujeres
olvidándolas, cuando después del coito éstas le provocan un asco
incontenible.
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